10 de mayo de 2007

Anclaje, poema II

La tierra tiene otro color ahora que me cubre,

húmeda de substancias que viven aquí

mismo, donde

soy un mineral reciente

que se nutre de la nada.

Me digo que es un sueño,

que me rodean los muebles, que preservo mi raíz,

que hay a mi espalda

todavía una puerta, una calle, una esquina, un bar,

una mujer que me espera.

Y mientras tanto, una criatura sin mundo me usurpa

y me desarma la carne,

abriendo surcos en mis poros para instalarse en mis huesos.

Aquí no hay testigos. Sólo están mis escombros y su látigo.

Su sombra se obstina en hospedarse en mis venas vacías

y yo puedo sentir su viaje como una corriente de miel inesperada.

No puedo. No puedo hacer sonar los tambores,

no puedo morder su marea que me interrumpe las horas,

que modela una vejez sin anciano,

una penitencia, una trama inconclusa.

No puedo.

No puedo abandonar los basurales donde reside lo que fui.


2 comentarios:

Gala dijo...

Vos sabés que sos poeta, che, de esos que ya no hay muchos, no se lee nada rebuscado, la imágenes bien descriptas (no las mismas repetidas, invocadas con palabras de diccionario de sinonimos y antonimos)ah, además de hacerte un elogio, aprovecho para criticar otras cosas, jaja..., me agradan los poetas, el mundo se embelleció por gente como usted, Olaso. Hasta la vista.

Anónimo dijo...

IN-CRE-I-BLE-EEEEEE