9 de febrero de 2008

La esclavitud de los peces, poema VI

Le vendrán sus andamios a la noche

como vienen sin llegada los dolores a los cuerpos.

Seré el último paso en su estructura.

Entre las doce y la mañana habrá huellas de mis uñas

que conocieron el túnel.

Habrán rasgado los poros del minuto,

las ruedas dentadas del reloj

más brillante de todos los infiernos.

Yo estaré allá arriba,

más alto aun que la lluvia entre los peces.

Yo habré traspasado los límites.

La muerte alargará la magnitud de sus dedos

desde el borde del andamio más cercano

y no podrá dormirme.

Rozará mis plantas como una abeja

y perderá la estela de mi túnica.

Los náufragos verán mi viaje de emergencia.

Intentarán llamarme Dios cuando el sol me absorba

y me modele, cuando acepte mis contornos,

cuando vibre mi presencia entre sus brasas,

cuando hasta hacernos latido nos aunemos con violencia.

La luna rondará nuestro juego constante y victorioso.

En su novena guardia, abriremos una grieta en el cielo

del epílogo,

nos salpicará el aire las cavernas aturdidas,

nos morderán los colores los párpados recientes,

y seremos el hijo.

2 comentarios:

Katherine R. Vasquez Tarazona dijo...

Ésta vieno en crescendo, como la música que se va haciendo cada vez más intensa. Tus descripciones siempre son muy vívidasa.
Gracias por compartir tus letras.

Gustavo Tisocco dijo...

y ella jamás podrá Sebastián mientras logres eternidad en poemas como éste.
Un abrazo Gus.