10 de mayo de 2007

Para Sangrar o Volver, poema IX

Si una mujer de hielo derritiera sus curvas

frente a la atávica mirada del deseo,

si por milagro me rozara, si me nombrara,

y si esta mujer fuera después un río

que transporta sus olores hacia el cántaro oblicuo

de una Magdalena, si así fuera,

yo nadaría dentro de ella en busca del cántaro sin ruedas

para quebrar la condena de su llanto infinito.

Junto a mí, los pájaros azules besarán sus rodillas,

se moldearán en ella para darme coraje:

serán la harina de su piel, y por la rodilla azul

del alimento desnudo se harán azules mis palmas,

y mi sudor azul

será la tinta de los verbos que buscaré bajo sus aguas.

Sí, ya puedo sentirlo: ya la recorro, ya la vivo, ya me entrego.

Amo los golpes de sus rodillas en las mías durante el abrazo.

Amo la tarde vieja que esparce sus limones

entre mis lámparas mudas, circulares, ojos

donde el mundo se me cuela para nacer en su imagen.

Y en su llanto, sí, en su llanto:

allá en los horizontes, los barcos reconocen su lágrima,

aserrín de la sangre que sorprende a todas las galaxias

sin hacer otra cosa que ataviarlas de su vida.

Si una mujer de hielo derritiera sus curvas

hasta vaciarse de su viaje

en el cántaro oblicuo de una Magdalena,

yo me hundiría por completo en el río reciente de su huella

hasta perderme indefenso en los pozos

de este vuelo ancestral, ancestralmente oblicuo,

ancestralmente azul.

1 comentario:

Ariadna dijo...

Felicitaciones Sebastián, este poema me pareció excelente. Un placer leerte. Podría hacer un comentario más literario pero prefiero trasmitirte la emoción de esta primera lectura.