7 de diciembre de 2007

Anclaje, poema V

La espera es mi alimento.

El tiempo ha quedado suspendido. La caída ya no se posterga.

Un invierno transparente, hecho de hojas de plátano

que danzan su agonía vertical, me acerca el veneno

y me convida nada más que una gota.

Es así como emigro de esta aldea sin que la muerte me reciba.

Esperaré nuevamente lo que nunca vendrá.

Desplegaré los mapas sobre la mesa y de ese modo habré viajado.

Una voz fugitiva de sueños cotidianos

se incrusta en mis despojos y se propaga allí adentro,

señala el horizonte, la proa, la herencia, los eclipses.

Dónde estoy. Cuándo estoy.

En esta superficie de barro y oraciones,

es el milagro el que enlaza todos los destinos.

Aquí la distancia es el tiempo. Aquí lo confuso

parece adquirir nombre.

Me alimento de la espera imaginando las formas de lo eterno

y contemplo esta noche sin brisa que no tiene después.

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